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El ser humano dividido entre la capacidad de sufrir y ser feliz

  • la escribidora
  • 22 ago 2020
  • 7 Min. de lectura

He cometido el peor de los pecados

que un hombre puede cometer. No he sido

feliz. Que los glaciares del olvido

me arrastren y me pierdan, despiadados




El nacimiento de un nuevo ser humano casi siempre constituye un momento feliz. Ver como brota la vida se hace un acontecimiento memorable. Sin embargo, a medida que ese ser va desarrollándose, va cambiando la perspectiva de la vida. Queremos siempre brindar a nuestra descendencia los medios para que se sientan plenos. Por esto, trabajamos arduamente para poderles dar bienestar. No obstante, hemos olvidado que el ser humano sigue siendo un animal. Esto hace que uno de los modos de aprendizaje sea la mimesis. Aprendemos por imitación, tomamos lo que hay a nuestro alrededor y lo replicamos. Es por esto, que se nos hace tan abstracta la idea de una vida feliz. Nos vemos rodeados de personas que constantemente han estado en la búsqueda del estado de plenitud y de bienestar sin ningún resultado. Somos la creación de personas que nos piden que seamos felices, sin embargo, ellos nunca lo han logrado.


Entonces nos cuestionamos ¿cómo podemos sentirnos alegres y plenos si vivimos en un entorno en donde se cree que el ser humano debe estar rodeado de sufrimiento? ¿cómo podemos pedir a nuestros hijos o semejantes que sean felices si realmente no tenemos claridad sobre el asunto?

Hoy te toca ser feliz, dice el título de una canción de rock que pretende mostrarnos como a pesar de las vicisitudes de la vida, el ser humano tiene la obligación de buscar esa plenitud. De esta misma manera lo plantea la organización de las Naciones Unidas, que en el año 2013 planteó celebrar el 20 de marzo el día de la felicidad. Esto, para resaltar la importancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos. Sin embargo, a pesar de que escuchamos mucho sobre la búsqueda de la felicidad, muchos no tenemos claro a que hace referencia ese concepto, todos tenemos diferentes expectativas sobre lo que es la plenitud en la vida en un ser humano. Algunos lo relacionan con bienes materiales, otros con lo espiritual y otros más viven en un bucle de tiempo en el que esperan ser felices al conseguir aquello que les falta. Sin embargo, al obtenerlo vuelven a sentir la carencia de algo más. Repitiendo así un ciclo interminable que en ultimas solo los lleva a sentirse carentes siempre.


Lo anterior está muy influenciado en la actualidad por las redes sociales. En ellas, estamos expuestos a constantes anuncios que proclaman tener las recetas para conseguir felicidad. Un tópico muy frecuente de estas guías espirituales o psicológicas es que todas declaran que después de una época critica individual viene la posibilidad de ser totalmente feliz o como reza el adagio popular: “después de la tormenta viene la calma”.


Esto ha hecho que se cree una idea de desolación y zozobra en la cual todos necesitamos de algún método de salvación. Sobre esto, Margot (2007) menciona que la idea de salvación nace al principio de la Edad Media y que esta pretende el encuentro de El jardín de Edén. En este caso, en este lugar representa al mundo antes del pecado original y del cual habla la Biblia, en este lugar, tendremos la posibilidad de una conversación a solas con Dios, que procura la felicidad eterna. Por lo cual, el ser humano ha tenido la idea de que necesita ser salvado y esto lo ha llevado a pensar en la idea del “sufrimiento” como el único camino hacia la felicidad, sufrir como la ruta que nos conduce a ese “Edén”.


A lo anterior, se suman las ideas de las doctrinas religiosas, en las cuales, somos creados por un ser superior que nos da la capacidad de actuar con libertad, pero que si nos salimos de los limites establecidos o actuamos de manera pecaminosa, seremos juzgados. No obstante, esta equivocación nos dota de una lección, que no se debe volver a repetir. Por ende, es necesario sufrir para crecer, para aprender y para disfrutar de la benevolencia de este ser divino. En general, las religiones nos presentan un panorama en el cual, se viene al mundo a sufrir, para poder llegar a ese lugar paradisiaco en el que todo será paz, armonía y felicidad.

En contraposición a las ideas anteriormente mencionadas nos remitimos a la filosofía de Epicuro, quien planteaba la idea de que la felicidad es totalmente posible y está fundamentada principalmente en la ausencia de dolor en el cuerpo y la inquietud en el alma. Por tanto, la única forma en que se puede llegar a una verdadera satisfacción es a través de los placeres. Aunque resalta, que no todo placer es conveniente y que no se debe rechazar del todo el dolor. Para Epicuro la idea de la perfección y de la vida feliz se basa en que nuestras acciones eviten el sufrimiento. Esto, se consigue dispersando las tormentas del alma. Con esto, refiere a que una de las causas del sufrimiento humano es dejar de lado los placeres y solo buscarlos en momentos de crisis.


Por otra parte , Sostiene Epicuro que (…) buscamos el placer solamente cuando su ausencia nos causa un sufrimiento. Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer. Con esto, se puede inferir que el ser humano ha preferido la idea de aflicción para complacerse sintiéndose victima de los percances que se les presentan, lo cual ha hecho que los individuos dejen a la deriva su felicidad, culpando a factores externos de sus desgracias . Por lo cual , Epicura afirma que “Muchos dolores consideramos preferibles a placeres, siempre que los acompañe un placer mayor para nosotros tras largo tiempo de soportar tales dolores”.


Es decir, hemos encontrado en el sufrimiento un placer, porque pensamos que ese dolor vendrá acompañado de un placer aún mayor. Precisamente esto sucede en uno de los aspectos mas importantes en el desarrollo del ser humano, aquello que llamamos “amor”, puesto que el ser humano vive para conectar con otros. Para la mayoría de las sociedades es fundamental la creación de familias, pues se considera son el pilar de la sociedad, es más, está considerada como un paso importante en el crecimiento individual. Conseguir una pareja y formar una familia, se percibe como un paso importante a la felicidad.


Por lo anterior, se ha normalizado la idea que, para encontrar la pareja “ideal”, debemos atravesar por muchos fracasos. Como se dice comúnmente “hay que besar muchos sapos para encontrar al príncipe”. Dicho de otra manera, hay que sufrir para ser feliz. El arte se ha encargado también de mostrarnos esta faceta. En la literatura, grandes escritores han creado magnificas obras con el tópico del amor y sufrimiento que genera amar. Ejemplo de lo anterior, es la obra poética del denominado príncipe de los poetas, Pierre de Ronsard, quien en la Chanson à Olivier de Magny sur le chant de Saint Augustín nos expone de forma esplendida su percepción sobre el amor:


Quien quiera conocer al Amor y a su esencia,

su arco, su fuego, sus rasgos y su aspecto,

cuáles son sus maneras y qué es lo que desea,

lea estos versos: voy aquí a describirlo.

Es un placer repleto de tristeza,

es un tormento ornado de alegría,

un desespero donde siempre se espera,

un esperar que siempre desespera.

Es falsa risa y dolor verdadero,

tener herido el corazón sin lamentarse,

es volverse criado en lugar de señor,

es morir y nacer mil veces cada día.

Indiscutiblemente, en el fragmento anterior, Ronsard nos expone a través de su poesía lo que significa para él el amor. Vemos como este sentimiento es toda una ambigüedad que se debate entre la felicidad y el profundo sentimiento de tristeza. Haciendo una analogía con Dante, para conocer el paraíso es necesario conocer primero el infierno.

Así pues, el arte de la literatura ha sido uno de los medios mas eficientes que ha encontrado el hombre para expresar todo ese cúmulo de emociones que se generan a través de la experiencia del sufrimiento. Durante siglos, se ha usado el lenguaje para intentar dar una visión de ese mundo lleno de agonías y a través de estas experiencias llenar al lector de esperanza en su búsqueda hacia la felicidad.

Dicho lo anterior, se puede precisar que el ser humano no solo ha normalizado la idea de sufrir, sino que también disfruta y se entretiene con historias que le permitan conocer el sufrimiento de otros y que a demás le hagan sentir que no está solo, que a alguien mas pueden sucederle sus mismas desgracias, por más ínfimas que sean.

Se puede decir entonces que nos encanta la idea de ser la victima a la cual se le escapa la felicidad de las manos, en especial por causa de otro. Podríamos suponer que la felicidad es un conjunto de deseos individuales y subjetivos que varían para cada ser humano, pero que también dependen del entorno social en el que estamos inmersos. Esto debido a que vivimos en una sociedad con paradigmas que nos llevan a pensar que la felicidad siempre proviene de factores externos, la familia, la pareja, los hijos, etc. Lo que nos deja muchas dudas al respecto del rumbo que le hemos dado al concepto de felicidad.

Por tanto, puede concluirse que si bien uno de los aspectos que mas nos motiva diariamente es la búsqueda de la felicidad, aun tenemos muchos supuestos que nos alejan de ella. En especial las creencias de que debemos primeramente sufrir en cualquier ámbito para poder conseguir la plenitud. Por ejemplo, en el campo espiritual, debemos pagar por nuestros pecados para poder ser redimidos. En el amor debemos sufrir porque el verdadero amor duele, y en la vida, debemos esforzarnos trabajando e invirtiendo mucho de nuestro tiempo para poder conseguir los bienes materiales que nos van a proveer comodidad. Puesto que nada se consigue fácil. En el área del conocimiento, nos dicen que la letra con sangre entra, que si fracasamos debemos ser castigados por nuestros errores y así en la mayoría de las cosas que emprendemos.

Lo cual nos hace replantear muchas cuestiones ¿En verdad tenemos claridad sobre lo que nos haría realmente felices? Quizá si siguiéramos los preceptos de Epicuro y nos enfocáramos más en aquellos placeres con mesura a los que si podemos acceder, dejaríamos de estar soñando con una felicidad inalcanzable y lograríamos la plenitud en el aquí y en el ahora. Convirtiéndonos así en seres menos dependientes y capaces de procurar la felicidad sin pesimismos, construyéndola desde nuestro interior y con lo que tenemos a la mano, con lo que el ahora nos premia.


 
 
 

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