Gordos, pero ¿“felices”?
- la escribidora
- 5 feb 2021
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 5 feb 2021

Escena familiar, Fernando Botero, 1985
Transcurre diciembre y, como es costumbre en mi familia, aprovechamos para reencontrarnos. Mientras vamos caminando por el centro de la ciudad, somos el foco de atención de los transeúntes. Me le parecí a su madre — vocifera furiosa mi tía María, la mayor de las mujeres de la familia. Sin embargo, esta situación no es extraña para nosotros. Desde hace mucho tiempo, somos el centro de atención en cualquier lugar que frecuentamos. Pero esto no se debe a la fama de alguno de los miembros de mi familia. Nuestro reconocimiento se da especialmente por la obesidad mórbida que padecen algunos miembros de esta parentela.
Durante el paseo por el centro comercial, iban planeando la cena navideña. Mi papá propuso comprar lechona. Nos quieren matar — refutó mi prima, quien es alérgica a esta carne. Continuamos la charla mientras subíamos al ascensor, que activó sus alarmas al subir todos. Habíamos excedido la capacidad de peso, por lo cual, la mitad de la tripulación tuvo que quedarse a esperar. Están como gorditos — dijo en tono de burla el menor de mis primos, Tomás , quien a sus 18 años también tiene sobre peso.
Nos habíamos separado en esa tarde de compras, pues en todas partes hacíamos “tapón” y la gente se molestaba porque el estorbo que provocábamos era impresionante. De repente escuché un grito de mi prima, en pocos minutos de caminata, mi tía se había descompensado, cayendo estruendosamente a causa de un mareo. Al preguntarle qué pasó, mi tía María ignora qué pudo haber causado el desmayo. No sufro de nada — manifiesta la tía que acaba de caerse frente a todos.
Sin embargo, todos al verla deducen que por su sobrepeso debe sufrir de múltiples dolencias que solo quiere ocultar. Toma su cartera nuevamente, se sacude como puede e intenta seguir su camino como si nada. Sus más de 160 kilos le pasan su factura luego de cinco minutos más, por lo cual decidimos irnos a la casa de inmediato.
Aunque para mi familia fue un suceso sin importancia, para mí fue el inicio de muchos cuestionamientos. Principalmente, porque he luchado toda mi vida con el sobre peso, que ha causado en mí múltiples inseguridades, dolencias físicas y en general, hasta hace poco tiempo, mi obesidad ha dirigido prácticamente todo el rumbo de mi vida. Por lo cual, quise indagar en la historia de mi tía María, con la cual me siento muy identificada y de la cual pienso es la historia de muchas personas en este país, que por falta de conocimiento padecen de algún trastorno de la conducta alimenticia y que desconocen totalmente.
Mi tía María pasa sus días en su apartamento, trabajando siempre frente a su computador, al lado, nunca falta su termo de medio litro, siempre lleno con alguna bebida azucarada. Se ha consolidado como una gran empresaria, sus ventas por internet en esta época han incrementado notablemente, lo cual ha aumentado también su trabajo. Sin embargo, cuenta María que ya en este momento no puede estar más de tres horas sentada hablando por teléfono, pues empieza a sentir demasiada fatiga y agotamiento. Últimamente se le ha dificultado incluso hasta ir al baño. En el apartamento donde vive, el baño es muy angosto para el gran cuerpo en el que vive ahora.
No siempre fui gorda — dice María como con tono de nostalgia. Mi abuela Mariana, que en paz descanse, cuando yo tenía como diez años — recuerda — me dijo que parecía una garza, porque estaba muy flaca, que me iba a enfermar, le dijo a mi mamá, como regañándola porque yo no comía bien según ella. Y es que, para la nona Mariana, estar gordo era estar saludable. Entonces desde ese momento a mi tía María, le tocó ponerse a comer.
Mi abuelo se le plantaba al lado, en la mesa, a vigilar que se comiera completico los dos panes con queso de hoja, el caldo de carne y el pocillo de chocolate que se le servía al desayuno. Luego, a eso de las nueve, debería comer su leche con bocadillo. Al medio día, un almuerzo bien trancado, del cual no podía dejar absolutamente nada. En la tarde, todos debían reunirse a tomar las “onces”, café con leche, dos panes con mantequilla y pues si quedaban vacíos podían repetir. Mi abuela vivía en función de la comida. No habíamos terminado de comer cuando ya estábamos pensando en la siguiente ración — dice riendo María con cierta felicidad. Para ella, todos los momentos importantes de su vida están acompañados de comida. Por esto ella cree que la comida ha sido siempre su aliada y a la vez su peor enemiga.
Esta situación se ha venido examinando con mucho detenimiento en la actualidad. En Colombia, según la tercera Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia (ENSIN) 2015 realizada por el ICBF, la obesidad es una de las enfermedades que más afecta a la población. Aproximadamente, el 56 % de las personas entre 18 y 64 años tienen sobre peso y una de cada 5 personas tiene obesidad. Lo que podríamos considerar como algo “normal”, especialmente desde el punto de vista del aceptarnos tal y como somos, conlleva a que esta enfermedad que afecta, no solo la condición física de quienes la padecen, sino también en el aspecto social y emocional de la población, que no solo recae en adultos sino también en los niños.
Con los ojos aguados, María recuerda esa época estudiantil en la que pasó de ser una jovencita muy delgada, a empezar a lidiar con el sobre peso. Enfrentarse y hacerse la dura ante los comentarios crueles de sus amiguitos fue algo que la marcó y la llevó a refugiarse más en la comida. Comer me hacía sentir bien, siempre que como me siento contenta, creo que es algo que puedo controlar, que es lo único que puedo controlar — dice mi tía María mientras me ofrece una galleta de las que está comiendo.
Ya más grandecita era trozudita, nunca me gustó hacer ejercicio, en la casa tampoco nadie hacía. Mi papá se la pasaba trabajando y mi mamá en los oficios de la casa, cuando estábamos todos era porque estábamos comiendo — recuerda María. Mientras charlamos llega su exesposo, quien comenta sin preguntarle, que ella siempre ha sido “tragona”.
María no lo acepta, dice que simplemente es gordita por genética, que todos en su familia siempre han sido así, gordos, pero felices. Una afirmación que unos minutos después sería contradicha. Pues al irse su excompañero, se le aguan los ojos al contarme que una de las causas de su divorcio fue su sobrepeso, pues siempre había muchos conflictos porque no solo ella comía en exceso, había llevado a sus hijos a ser unos comelones compulsivos.
La situación empeoró luego que el mayor de sus hijos fuera diagnosticado con Bulimia nerviosa. — Él me había dicho que sentía que estaba muy gordo, que quería empezar a ir al gimnasio, y pues yo lo veía bien, pero cuando nos dimos cuenta, estaba muy delgado y comía demasiado, luego de comer se iba y vomitaba. — cuenta María con la voz entre cortada. Salir de esta situación no ha sido fácil, es increíble que algo que en el pasado nos unía como familia, se hubiera convertido en una adicción.
Cuenta María que han buscado ayuda en médicos, nutricionistas, entrenadores, psicólogos, etc. Pero ha sido sumamente difícil, aunque sea un tema muy abordado actualmente, aun hay mucha gente que muestra ante los demás que todo está bien, entre ellos los miembros de esta familia. Un vicio que comenzó, según recuerda ella, muchas generaciones atrás, ha arrastrado a la mayoría de los familiares. Tal como menciona el periódico El Tiempo (1994) Esto, lejos de ser una mala costumbre, es una enfermedad; como el vicio del cigarrillo o el alcoholismo, y también puede perjudicar su salud.
Al igual que un vicio, para mi tía María ha sido demasiado difícil dejar la adicción a la comida por si sola. Mientras estamos hablando durante una hora, ha comido un paquete de papas fritas acompañado de gaseosa, un pan mediano con queso crema, un jugo de caja y dos paquetes de galletas de chocolate. Es algo que no puedo evitar, pienso en comer cada cinco minutos, es como una manía. Ahora estamos pensando con Tatiana, mi hija, empezar un tratamiento de acupuntura para adelgazar que nos recomendaron – dice María con una sonrisa esperanzadora.
Sin embargo, estas soluciones tan accesibles en la actualidad, como tratamientos para adelgazar y cirugías, solo son pañitos de agua tibia para un problema que va más allá del aspecto físico. Inclusive, al querer mantener un aspecto físico “saludable” y “bonito”, muchas personas pasan de un trastorno alimenticio al otro. Por ejemplo, es el caso de pacientes con sobre peso, que, al querer controlarse, terminan como el hijo de María, provocándose los vómitos tras padecer de Bulimia, o privándose de alimentarse hasta llegar a sufrir de Anorexia nerviosa. Dos de los trastornos alimenticios más conocidos a nivel mundial y que, incluso, tienen grupos que promueven estas prácticas en busca de la “perfección”.
Ahora bien, mi tía María no tiene ni idea de lo que le sucede. Para ella esta paradoja entre la felicidad y la terrible angustia que le provoca la comida es algo totalmente inexplicable. Mucho de los médicos que ha visitado, simplemente se han dedicado a regañarla por comer tanto y a enviarla a nutricionista. Este solo le da una dieta super estricta que es en realidad imposible de llevar para ella. Quieren que uno se muera de hambre comiendo pasto- aduce María en tono de burla. Ella es poco consiente de que está enferma, no solo físicamente por su excesivo sobre peso, sino mentalmente. Se levanta otra vez a abrir la nevera, va a comer nuevamente. Ahora llevamos hablando un par de horas, en las que la charla ha transcurrido en un circulo que va desde comer en exceso y luego lamentarse de llenura y de haber comido demasiado.
Parece que mi tía tiene nuevamente un episodio de atracones. Esta patología consiste en episodios de consumo de grandes cantidades de comida seguidos de sentimientos de culpa, malestar e intentos para hacer dieta, todo ello sin conductas compensatorias (vómitos, laxantes, diuréticos, ejercicio físico). (Guizado, Vaz, 2001). Desafortunadamente, ella no acepta ninguna crítica o consejo sobre este tema. Para ella, a pesar de los problemas que le ha generado su adicción por comer, esto es algo que remediará fácilmente algún día, con una dieta, con un tratamiento o una cirugía. Al parecer para ella, todo es cuestión de verse bien físicamente. La vecina Carla adelgazó 40 kilos con la acupuntura, si no me funciona voy a ver si me hago la bariátrica- manifiesta con facilidad María, minimizando su problema después de que se le va el remordimiento por haber comido una chocolatina.
Así el problema se vuelve mayor, mientras la negación de mi tía la lleva a seguir sumida en una de las enfermedades que se considera más mortal en la actualidad, no solo en Colombia, sino en el mundo, sobre todo por la falta de conocimiento sobre este asunto, puesto que las muertes por las enfermedades que desencadenan el sobre peso se les atribuye siempre la causa “natural”. En medio de la conversación llega toda la familia, son las seis de la tarde y, por supuesto, llegan a preguntar por la cena. La discusión sobre qué van a comer se alarga como por 15 minutos, buscando el menú más provocativo para todos.
Por mi parte, me niego a pedir algo. Tiene que comer algo antes de irse- refuta mi tía, como si la cena fuera el mejor regalo que pudiera hacerme. Finalmente, al llegar la cena todos se reúnen, se cuentan lo sucedido en el día y proceden a hacer lo que mas le gusta, comer. Sin embargo, este placer se ha convertido en su cruz, y al finalizar la cena, todos quieren tomar algo que les alivie la llenura. De esta forma trascurre la vida de la familia, llevada por el vicio de comer. Me despido entonces mientras mi tía finaliza nuestra charla diciendo: Mija, de todas formas, nosotros somos gordos, pero felices.
Referencias bibliográficas
ICBF, (2015). ENSIN: Encuesta Nacional de Situación Nutricional. Recuperado el 27 de diciembre de: https://www.icbf.gov.co/bienestar/nutricion/encuesta-nacional-situacion-nutricional#ensin3. 6 de enero de 2021.
El Tiempo (1994). Cuando comer es un vicio. Recuperado el 27 de diciembre del 2020 de: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-146414.
Guisado, J y Vaz, F. (2001). Aspectos clínicos del trastorno por atracón "binge eating disorder" Clinical Features of the Binge Eating Disorder. Recuperado el 3 de enero de 2021 de: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352001000100003.
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