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La religión de la doble moral en: El camino del tabaco de Erskine Caldwell

  • la escribidora
  • 8 ago 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 24 ago 2020



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La novela El camino del tabaco, escrita por Erskine Caldwel, explora la historia de Jeeter Lester, antiguo sembrador de algodón, y de su familia. Estos habitan en una propiedad arruinada por la llegada de la industrialización en el contexto de la crisis del 29. Lester no pierde la esperanza de que, con la ayuda de un préstamo, pueda volver a tener un cultivo y así recuperar la prosperidad de antaño. A pesar de la situación tan precaria que viven, Jeeter se niega rotundamente a abandonar el camino del tabaco y por esto se ven sumidos en la miseria, donde escasamente a veces pueden comer.


Pero nada de esto hace que cambie de opinión, por el contrario, Lester no hace nada por transformar el destino tan desdichado al que están condenados y siempre justifica sus acciones, robos y viles manipulaciones, en nombre de Dios. Jeeter aduce que, él lo ha puesto ahí para cumplir una misión y que sería un pecador de no actuar conforme a sus mandatos. Por el proceder de este personaje, se pretende mostrar que Jeeter Lester utiliza sus creencias religiosas solo por conveniencia y para justificar sus actos de doble moral y egoísmo, y así lograr un beneficio propio.


Según el diccionario de la Lengua Española se define como religión al: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”. A pesar de este concepto, desde tiempos remotos el hombre ha encontrado en la religión una excusa para perpetrar infinidades de actos de barbarie e incluso guerras en nombre de la fe, con el argumento de poseer una verdad absoluta. Por lo anterior, el concepto de religión se ha distorsionado a tal punto de que se use el perdón de Dios como argumento para validar cualquier tipo de acto indebido.


Hecha esta salvedad, se puede estudiar las acciones de Jeeter Lester, como miembro de una sociedad, no muy alejada de la nuestra, en la que muchos de los creyentes usan como armadura su fe para justificar toda aquella conducta incorrecta. En la ficción esta es la forma que tiene el novelista de mostrarnos la realidad. Como menciona Muñoz Molina (…) “hay que tener presente siempre que el único modo que tiene el novelista de decir la verdad es inventando: inventando las cosas tal como son”. Por tanto en la novela se representa lo real de la sociedad y de la vida cotidiana. Cabe destacar que en esta narración se menciona 86 veces a “Dios”, lo que denota la importancia de esta figura divina en el relato.


Empezaré por considerar los motivos que llevaron a Jeeter Lester a permanecer en el camino del tabaco. Desde un punto de vista objetivo no había razón para seguir en este lugar, donde ni siquiera existían las condiciones mínimas para sobrevivir. Pero Lester no estaba dispuesto a irse. Su argumento más fuerte consistía en que Dios podría tomar represarías contra él pues este mismo era quien lo había puesto allí, y esto solamente era una prueba que debía superar. Como se puede evidenciar en uno de los diálogos:


Dios me puso aquí y nunca me ha dicho que me vaya, y por eso me quedo en el campo. Nadie sabe lo que me podría pasar si abandonara esto y me fuera a las hilanderías; Dios podría enojarse y dejarme muerto allí mismo. O también puede dejarme estar aquí hasta el día de mi muerte natural, pero castigándome con toda clase de cosas endiabladas, porque muchas veces castiga de esa manera.


De manera que lo dicho por Jeeter Lester, claramente muestra como de forma directa culpa a Dios de lo que sucede en su vida. Este guarda la esperanza de que ocurra algo que cambie su destino, con tal de no buscar otras alternativas para mejorar su situación.


Lo anterior solo es un indicio de lo conveniente que resultaba la figura de Dios para Lester. A este no le importó robar a su yerno Lov un saco de nabos, cuando este lo buscó para pedirle ayuda. No era la primera vez que Lester robaba, lo había hecho otras veces y siempre se arrepentía. Pero finalmente se convencía a si mismo que no era nada grave y que Dios lo perdonaría y no lo castigaría demasiado. Su hijo Dude, le recriminó esta situación llamándolo “víbora”, ya que este no quería compartir los nabos robados con su familia, a lo que Lester respondió:


—Eso es una cosa que no debes decir de un hombre que toda su vida ha tratado de estar a bien con Dios. Él está de mi parte, y no le gusta oír que la gente hable así de mí. No debías hablar así, Dude, ¿o es que no tienes sentido?


Dicho lo anterior, claramente se evidencia como Jeeter usa a Dios para excusar sus desafueros y de este modo logra evitar trabajar o ponerse a hacer algo que lo saque de la miseria en la que vive. Además deja en claro que es un hombre demasiado egoísta que lo único que le importa es su bien personal, y no le preocupa la suerte de su familia.


Por otra parte, la poca moral de Jeeter Lester, hace que este vea con normalidad que Bessie, una predicadora manipuladora y mezquina se case con su hijo Dude, mucho menor que ella. Pero Lester permite la boda porque le interesa en primer lugar poder beneficiarse del automóvil nuevo que esta adquiere y también con la esperanza de poder acostarse con ella. Lo que muestra que realmente Jeeter no era un fiel creyente, sino un calculador y oportunista que culpa al diablo de sus actos:


Sabía que el Señor no me dejaría resbalar y caer en las manos del diablo! — gritó Lester, saltando alrededor de la silla de Bessie—. ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Siempre he estado del lado de Dios, hasta cuando las cosas iban peor, y sabía que me sacaría del Infierno antes de que fuera demasiado tarde. Yo no soy pecador por mi naturaleza, hermana Bessie, sino que el diablo siempre me está arrastrando.


En vista de lo anterior, queda claramente demostrado que Jeeter nunca fue realmente un creyente que seguía los principios de su religión. Este vivía siempre jugando con sus propias reglas, escudando en Dios su doble moral, con tal de lograr sus fines fácilmente.


Hasta sus últimos días de vida Jeeter siguió excusando sus pocas ganas de trabajar y de buscar una salida a su situación. Solo vivía sus días esperando que todo se solucionara de milagro. Este sujeto, mezquino y perezoso, mantenía siempre la esperanza que de los tiempos de bonanza volvieran, pero en su ser no había ni la mínima intención de luchar por esto. Esperaba solamente que ocurriera un milagro. “Tal vez Dios halle alguna manera de que pueda sembrar algodón —dijo—. Él ha puesto la tierra aquí, y el sol y la lluvia… De una forma u otra, también debía de dar la semilla y el guano".


En definitiva se puede evidenciar que Jeeter Lester usa la religión como la excusa perfecta para justificar sus actos viles e inescrupulosos. No le importaba para nada las necesidades de su familia y su pereza se la adjudicaba a una voluntad divina que le exigía seguir en el camino del tabaco para no ser castigado por abandonarla. Incluso no le importaba vender a sus hijos para poder recibir un beneficio propio. Conducta que sostuvo hasta el final de sus días y que en últimas lo llevó a morir en la inopia.





Referencias bibliográficas

Caldwell, E. (1932). El camino del tabaco. Barcelona, España: Editorial Navona.

Muñoz Molina, A. (1993) la realidad de la ficción. Sevilla, España: Editorial Renacimiento

Real Academia Española. (2014). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Madrid, España: ASALE.

 
 
 

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